La virtuosidad de las mujeres beguinas

Maguá Moquete Paredes
maguamoqueteparedes@gmail.com
Quiénes eran las beguinas. Las mujeres que se fueron a vivir en comunidades sin
hombres en la Edad Media. Podían casarse con Dios, y volverse monjas confinadas al
claustro bajo votos de obediencia, castidad y pobreza, o con un hombre, y vivir
cuasiconfinadas en sus hogares bajo votos de fidelidad. Si usted mira a su derredor es difícil
e imposible tener o ver una mujer beguina.
Las beguinas eran una asociación de mujeres, de diferentes estamentos,
contemplativas y activas, que dedicaban su vida a la ayuda a los desamparados, enfermos,
mujeres, niños y ancianos, y también a labores intelectuales. Organizaban la ayuda a los
pobres y a los enfermos en los hospitales o a los leprosos. Trabajaban para mantenerse bajo
su propia voluntad y, como no hacían votos perpetuos de castidad o clausura, eran libres de
dejar la asociación en cualquier momento para contraer matrimonio. En Italia recibieron
nombres despectivos como pinzochere (santurronas) o bizzocale (gazmoñas).
No había casa madre, ni tampoco una regla común ni una orden general. Establecían
sus viviendas cerca de los hospitales o de las iglesias, en sencillas habitaciones donde
podían orar y hacer trabajos manuales. Cada comunidad o beguinaje era autónoma y
organizaba su propia forma de vida con el propósito de orar y servir como Cristo en su
pobreza.
Una carta del 1065 menciona la existencia de una institución similar al beguinaje en
Vilvoorde (Bélgica). Desde el siglo XII el movimiento se difundió rápidamente desde la
región de Lieja a Países Bajos, Alemania, Francia, Italia, España, Polonia y Austria.
Algunos beguinajes, como los de Gante y Colonia, llegaron a contar con miles de
integrantes. El extenso renacimiento religioso que originaron los beguinajes generó
sociedades similares para los hombres: los begardos.
En Alemania apareció como cumbre de la mística del amor Matilde de Magdeburgo
(1207-1282), con su escrito La luz que fluye de la divinidad. Mal vista por la jerarquía
eclesiástica, tuvo que buscar refugio en el convento de Helfta.
Como escritoras, las beguinas encontraron el obstáculo de ser laicas y mujeres, pero
alegaron el mandato de la inspiración divina. En este sentido, las beguinas rivalizaron con
el poder eclesiástico y patriarcal al considerar la experiencia religiosa como una relación
inmediata con Dios, que ellas podían expresar con voz propia sin tener que recurrir a la
interpretación eclesiástica de la palabra divina.
Entre las beguinas más ilustres están María de Oignies, Lutgarda de Tongeren,
Juliana de Lieja y Beatriz de Nazaret, autora de Los siete grados del amor. Se considera
que las beguinas, junto con los trovadores y Minnesänger, fundaron la lengua literaria
flamenca, francesa y alemana.
La condena de Margarita fortaleció a los enemigos de las beguinas. A instancias del
Papa Clemente V, el Concilio de Vienne las condenó en 1312. Decretó que “su modo de
vida debe ser prohibido definitivamente y excluido de la iglesia de Dios”. En 1318 Juan
XXII estableció mediante la Bula Gloriosam Ecclesiam que tanto beguinas como
franciscanos espirituales fueran castigados, sobre todo los que habían sido refugiados por el
emperador Federico II en Sicilia. En 1321 Juan XXII mitigó esta sentencia y permitió que
las beguinas continuaran con su estilo de vida, ya que “habían enmendado sus formas”. No
obstante, ya en febrero del 1317 el Concilio de Tarragona había establecido la pena de
excomunión para todas las beguinas que vivieran en comunidad, vistieran mantos y otras
prendas características de sus comunidades, leyeran libros teológicos en lengua vulgar y
predicaran sin el permiso de las autoridades eclesiásticas.
El 7 de octubre del 1452, una bula del Papa Nicolás V fomentó el ingreso de las
beguinas en la Orden Carmelita. En 1470 Carlos el Temerario, duque de Borgoña, decretó
que gran parte de los bienes de las beguinas pasaran a manos de las carmelitas. Se
presionaba a las beguinas de muchas maneras para ingresar en una comunidad de monjas o
disolverse. En el siglo XVI la desconfianza en las beguinas creció, pues a menudo se
unieron a la reforma, en especial al anabaptismo (doctrina religiosa protestante que tuvo su
origen en el siglo XVI; se caracteriza por creer que la fe sola justifica al hombre, por no
reconocer la eficacia del bautismo de los niños y por exigir el bautismo de las personas
adultas que fueron bautizadas antes de ser conscientes del significado del sacramento).
En el siglo XVIII se tomaron más medidas para frenar a las beguinas. Sin embargo,
pese a toda esta persecución, muchas beguinas continuaron siendo fieles a la ortodoxia de
la iglesia católica, especialmente en Brujas, Gante y otras ciudades flamencas, aunque
muchas de ellas se incorporaron a la Orden Tercera de San Francisco de Asís, reconocida
por el papado.
El 14 de abril del 2013 murió en Kortrijk (Bélgica), la hermana Marcella Pattyn, a
los 92 años. Era la última representante de este movimiento religioso surgido en la Edad
Media. Había nacido en el Congo belga en 1920 y era ciega. Estudió en la escuela de ciegos
de Bruselas y a los 20 años intentó ingresar en un convento, pero ninguno la aceptaba. La
acogieron las beguinas de Sint Amandsberg en Gante, una comunidad de 260 mujeres.
Maguá Moquete Paredes
Periodista, analista social.